Atotoztli.

Raptada de su tierra fue, por la ventisca que en un abrupto aporreo errante dejo en el vado.
De una endeble vida vituperada por las féminas de la aldea. Aztlán vio tu rostro en gloria huyendo el amante evocando el salazón de tus amores, caía en rotundo sueño a pie de Ehécatl, y así en el profundas aguas de Texcoco se sepulto tu felonía,en tu actuar fuiste incauta reflejas en la sencillez de tus danzas, dejando a la al mancebo con su languidez entre tus moradas.

Allegada fuiste del Itzcoatl, que rendiste tu desnudez en Azcapotzalco y tus viandas en Coyoacan. Fatua te hallaste ante tu Tatloani ¡Oh Hija de Metzlipan!, como no caer antes tu pies ante exhuberante ancanto y fausta sonrisa, autora de exultante cantar. 

Así te hallo tu madre; entre penumbra y abrojos. Desde lo alto vio el pesar que te abrumaba y en la chinampa dispersando con sus dedos tu lagrimas. Invoco de su corazón la piedad y en su amor te alumbro y en lunada con gracia te acogió.

Se le vio andar en Coatepantli, con una melancolía indómita, tras su caminar que con sus pies trazaba los parajes del valle donde Tlaloc la vio nacer. Así arribo hacia el Teiocalli para fulminar su desdicha en presencia de los dioses,a los lejos se asoma un tlacuilo que la vio rondar sin cuidado por el sacro aposento, alzando un técpatl con ímpetu llevo a su pecho.

En insolita y profana muerte feneció la hija de Metzlipan, en silencio se acerco y a escondidas saco su cuerpo del templo y la puso en una balsa dejándola a la deriva de Xochimilco hundiéndose en la profundidad de Texcoco.




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